jueves, 20 de marzo de 2014

Sentimientos Ocultos - 268

Las personas adultas construyen verdaderas fortalezas a su alrededor.
A veces son muros de roca sólida que no dejan pasar ni un hilo de luz.
Otras son armaduras, más livianas quizá, pero que dejan ver poco y nada de lo que se esconde en su interior. Para que no se note esta vestidura, pintan una cara del lado de afuera, como una máscara, que saben mantener con un conjunto bien controlado de expresiones.
De esta manera uno va conociendo personas, pero solo lo que ellas nos quieren mostrar como su propio ideal de ellos mismos.
Se torna a veces, bastante complejo conocer a la persona bajo la máscara.
Si fuese tan sencillo como quitar agresivamente este escudo, seguro que habría una justificación para la violencia, pero solo nosotros quedamos violentados al saber que se nos observa desde detrás de una máscara, y difícilmente podamos acceder a la cara real, a la persona detrás de sus prejuicios.
Casi siempre ocurre que éste antinatural escudo es la defensa contra un problema del pasado, que existió quizá solo en sus mentes, pero que ya no existe. Entonces la persona lleva la máscara más por una costumbre que por una necesidad.
¿Qué gana el dueño de la máscara? Se supone que gana tranquilidad. Yo en cambio siento que al no poder acceder al interior, nunca podré conocer a la persona, y nunca podré ser un compañero o amigo cabal. El de adentro estará tranquilo pero en una trampa de soledad.
Este enmascarar los sentimientos hace que el mundo se enfríe aún por debajo de lo esperado.
¿Quién desea un mundo frío y sin sentimientos?
No todos los sentimientos de las personas son lo que calificamos de buenos sentimientos. Habría que distinguir entre "bueno" y "malo" y es tan difícil a veces que prefiero hablar de una escala de sentimientos, en que para un lado aumenta su "bondad" y se achica para el lado opuesto.
Difícilmente existan personas que no hayan expresado malos sentimientos alguna vez. Lo importante es no conservar vivos estos sentimientos, por que terminan destruyendo por dentro a las personas, minando su salud.
Así que el problema principal consiste en no contar a los demás lo que uno siente o le ocurre en su interior, para no ser víctima de reproche o hasta de burla de otros.
Parece un comportamiento netamente infantil.
¿Por qué entonces los mayores nos comportamos de ese modo?
En particular me surge la sensación de que la gente no cambia, y desde su más tierna infancia sigue detrás de la máscara de adulto, siendo la misma persona de antaño.
Imagino que crecer en estos casos solo puede lograrse de la manera en que lo hacen las orugas, que surgen un día desde atrás de su antigua piel, en un estado nuevo, diferente, con alas para volar y encontrar su destino.
Parece que pocos están dispuestos a crecer, o quizá soy muy impaciente con la gente.
Siendo yo una persona mayormente tímida, no debiera expresar toda esta queja personal acerca de lo difícil que resulta conocer gente si no estoy haciendo una apología de mi propio comportamiento.
Yo suelo ocultarme detrás de una máscara de silencio. Soy la persona que escucha atentamente antes de emitir su opinión, aunque a veces la opinión esté formada con antelación en base a mi intuición.
Reconozco mi error y trato de superarme. Que lo logre con frecuencia, es algo diferente. Aún conservo parte de mi crisálida.
Me molesta más ese otro tipo de máscara, el que representa una persona diferente a la del interior.
El caso de las gruesas y altas murallas es distinto. Uno nunca sabe si vale la pena escalar el muro o excavar un túnel, por que desconoce por completo lo que ocultan las gruesas paredes. No sabemos si dentro espera una princesa que deba ser rescatada, o un aquelarre de brujas con su caldero hirviente, esperando por nosotros, su próximo ingrediente.


Nos leemos :)

sábado, 15 de marzo de 2014

Se fue - 269

Llegué de mi trabajo y me puse al tanto de todo en casa, para relevar a mi hijo que estaba cuidando a su madre mientras no estaba yo. Mi esposa estaba inconsciente en la cama como estaba hacía un par de días, respirando medianamente bien y con el pañal limpio. Como era la hora de su alimento, lo preparé y lo conecté previo pasaje por la misma sonda gástrica de un medicamento para cuidar su estómago.

No hubo ningún inconveniente con la alimentación, así que cerré la válvula, lavé los útiles y me dispuse a esperar un buen plazo para moverla sin que la fuese a afectarla el contenido del estómago. Verifiqué que su pañal no se había humedecido aún.

Estaba yo sentado leyendo un poco, pero ese libro largo ya no podía leerlo. No me podía concentrar con la respiración jadeante de mi esposa. Por suerte llegó el recambio de oxígeno y le coloqué la mascarilla. Parecía que estaba respirando a un ritmo más lento luego de un rato con oxígeno.

Cambié a un libro que me pareció más fácil de encarar. Se llama "El libro de los abrazos" de Galeano, y francamente lo comencé a leer por que consta de pequeñas secciones todas independientes y así puedo interrumpir la lectura sin pérdidas para el lector (yo).

Me quedé pensando cómo uno va perdiendo todo de a poco: Primero perdí la posibilidad de trabajar en mi taller por que demoraba mucho en volver si me necesitaban, más adelante perdí la posibilidad de trabajar en mi computadora por que me requería concentración, y ahora ya ni siquiera podía concentrarme en un libro de extensión mediana.

En fin, comencé la lectura y no sé por qué me pareció un poco tonto. Leí un poco más y encontré pasajes más interesantes. Después de todo no parece tan malo el libro, pensé. Seguí leyendo y encontré algunas hojas en las que me estremecí, y sentí una sensación extraña recorriendo toda mi espalda.

Comencé entonces a engancharme con el libro. Pasado un rato me levanto para ver si seguía seco o no el pañal, y voy hacia ella. Seco el pañal. Pero solo se escucha el burbujeo del gas en el agua y no la veo respirar. Comencé a buscar el pulso y nada. Salí corriendo a buscar el estetoscopio y tampoco pude oír nada. ¡Karina no respira! dije con visible perturbación a mi suegra y mis hijos que estaban allí cerca. Llamé por teléfono a la emergencia móvil e intenté masajear el corazón, pero no daba ningún resultado y sus labios se ponían amoratados.

Mi suegra dijo, "Ya está... tenía que ocurrir en algún momento".

No podía creer cómo se me fue sin darme cuenta... ¿O fue ese estremecimiento en parte un aviso?
Mis manos temblaban. No era como aquella vez en que se atoró con comida y saqué de su garganta la oclusión con mis dedos, decidido y sin temblores aunque ella ya se había puesto azul.

Creo que inconscientemente yo también esperaba este desenlace.

Así ha terminado su tratamiento como enferma terminal de Esclerosis Múltiple Progresiva.

Recordé la frase de un médico que junto al diagnóstico inicial, años antes, cuando ella caminaba bien con un bastón, le decía "...de esta enfermedad nadie se muere...". Ahora después de haber empeorado paulatinamente había pasado a ser un cuerpo sobre la cama, sin posibilidades de mover más que su mano y pierna derecha no sin dificultad, sin poder tragar, sin poder casi hablar, con dificultades para enfocar la vista...

Traté de recordar sus últimos estados de conciencia y solo me quedó fijo en la memoria una situación en que ella pocos días antes me miraba de manera extraña y me decía "¡Qué lindo que estás!" Creo que como hombre no estoy demasiado acostumbrado a los piropos, pero no era el piropo en sí lo que me dejaba sin palabras que responder que no fuese un "gracias", si no la sensación de que ella se sentía muy disminuida como persona. Recuerdo que el día siguiente me pidió que la sentase un poco en la silla de ruedas y no pude, por que sus piernas estaban ambas flácidas, así que por miedo a que se me cayese al piso la puse de vuelta en la cama y le dije: ¡No soy una grúa, no puedo levantarte sin colaboración tuya! Cuando estés un poco mejor te levanto.
Creo que solo conseguí deprimirla un poco más. Ese sentimiento de culpa lo tengo presente.

Ahora ella dejó de sufrir.

Años de vida en la misma casa, criando a nuestros hijos y luchando con una enfermedad cruel hacen que la tenga presente todo el tiempo.
Cada cosa en esta casa conserva un pequeño matiz, un pedazo de historia que puedo contar, desde las pinturas y manchas de las paredes hasta el más mínimo detalle. En esta casa se mezclan inseparables objetos míos y de mi esposa. Tanto como en la forma de ser de nuestros hijos se mezclan la mía y la de ella.

Decidí no recordar más todos esos desacuerdos que tuvimos, que para mi eran muy importantes y permanentemente me decían que no podía continuar con ella. Ocurre que por otra parte, la historia de mis hijos y mi historia se formó con ella como madre y esposa. De ninguna manera podía dejar abandonada a mi esposa en las condiciones en que estaba, indefensa ante el mundo, así que la cuidamos lo mejor que pudimos. Lo hicimos con cariño, que es la única manera de tratar a las personas que son parte de la familia o aún a los amigos.

Después de 24 años de convivencia, ya no puedo decir que en algún momento no voy a recordarla.
Su personalidad perdura en mi memoria y no se irá.

No sé cuánta vida me queda por vivir, pero debo comenzar de nuevo, y aún no sé como.
Al menos mis hijos, aunque estén afectados por toda esta vida de problemas, son jóvenes y recién comienzan sus vidas de adultos.

Ellos pudieron ver de cerca que la vida, ese delicado hilo, ese sutil equilibrio, es efímera y está sujeta a una marea de interacciones con el mundo que la pueden hacer zozobrar. Así que respetar la vida y vivirla lo mejor posible es la pieza de conocimiento que espero que se quede bien grabada en sus mentes y en sus corazones.


Nos leemos.

martes, 4 de marzo de 2014

¿Qué somos? - 270

Ante una pregunta que me hiciste y quedó flotando casi con indiferencia en el aire, decidí que es mejor analizar que dejar pasar el tema. Al menos tengo la disculpa de no ser yo el responsable de tomarlo en consideración, y digo disculpa, por que ya lo he pensado muchas veces, y aún no tengo una respuesta decente.

¿Qué somos tú y yo?
Ésa es la pregunta difícil de responder.

Ha pasado mucho tiempo desde que empezamos siendo amigos. Pero no somos amigos de cualquier manera. Nos hemos tomado algunas libertades que no todos los amigos toman. Yo diría que somos más que amigos.
En contra nos juega el que tú estés tan lejos, atada a tu presente mientras yo estoy aquí atado al mío.

He querido en más de una ocasión dar un paso adelante y conocerte mejor, pero tú estás firme en tu decisión de mantener distancia. Entiendo por qué, ya que soy responsable del motivo.
Que comparta tu decisión es diferente.

Has sido mi musa inspiradora más de una vez, y he ganado mucho al encontrarte y tenerte como amiga de esta manera virtual, a la vez tan personal y tan lejana.

Se que podemos vivir los dos, el uno sin el otro, pero me alegra tener tus mensajes desde lejos, el cariño que me das y el que yo te doy. Soy tu amigo sin condiciones.

Sin dudas todo hubiese sido diferente si pudiese susurrar en tus oídos alguna de las cosas que siento por ti. Guardaré esas palabras por ahora.

Solo te daré algunas palabras para que lleve el viento.

Quisiera medir en besos,
las dimensiones de tu cuerpo.
Quisiera contarte un cuento,
acurrucándote en mis brazos.
Quisiera llevarte de paseo,
a ver florecer el campo.

Pero sé que no estás,
Así que te doy mi amor,
Como pueda, de a pedazos,
Lo arranco de mis brazos,
Lo escurro entre mis manos,
Lo mando por el aire, lejos.

Sé que devota lo recibes,
Sé que tu mística se enciende,
Abres tus sentidos y me atrapas,
Enredado yo me afano por llegar,
Llegar a besar tu corazón,
Llegar a sentirme junto a ti.

Guerrera del amor, yo soy luz
Que quita un poco de tu sombra
Nada menos y nada más.
Yo no uso escudo ni espadas,
De nadie me defiendo, señora
Solo mi homenaje quiero dejar.

Nos leemos :)