A veces son muros de roca sólida que no dejan pasar ni un hilo de luz.
Otras son armaduras, más livianas quizá, pero que dejan ver poco y nada de lo que se esconde en su interior. Para que no se note esta vestidura, pintan una cara del lado de afuera, como una máscara, que saben mantener con un conjunto bien controlado de expresiones.
De esta manera uno va conociendo personas, pero solo lo que ellas nos quieren mostrar como su propio ideal de ellos mismos.
Se torna a veces, bastante complejo conocer a la persona bajo la máscara.
Si fuese tan sencillo como quitar agresivamente este escudo, seguro que habría una justificación para la violencia, pero solo nosotros quedamos violentados al saber que se nos observa desde detrás de una máscara, y difícilmente podamos acceder a la cara real, a la persona detrás de sus prejuicios.
Casi siempre ocurre que éste antinatural escudo es la defensa contra un problema del pasado, que existió quizá solo en sus mentes, pero que ya no existe. Entonces la persona lleva la máscara más por una costumbre que por una necesidad.
¿Qué gana el dueño de la máscara? Se supone que gana tranquilidad. Yo en cambio siento que al no poder acceder al interior, nunca podré conocer a la persona, y nunca podré ser un compañero o amigo cabal. El de adentro estará tranquilo pero en una trampa de soledad.
Este enmascarar los sentimientos hace que el mundo se enfríe aún por debajo de lo esperado.
¿Quién desea un mundo frío y sin sentimientos?
No todos los sentimientos de las personas son lo que calificamos de buenos sentimientos. Habría que distinguir entre "bueno" y "malo" y es tan difícil a veces que prefiero hablar de una escala de sentimientos, en que para un lado aumenta su "bondad" y se achica para el lado opuesto.
Difícilmente existan personas que no hayan expresado malos sentimientos alguna vez. Lo importante es no conservar vivos estos sentimientos, por que terminan destruyendo por dentro a las personas, minando su salud.
Así que el problema principal consiste en no contar a los demás lo que uno siente o le ocurre en su interior, para no ser víctima de reproche o hasta de burla de otros.
Parece un comportamiento netamente infantil.
¿Por qué entonces los mayores nos comportamos de ese modo?
En particular me surge la sensación de que la gente no cambia, y desde su más tierna infancia sigue detrás de la máscara de adulto, siendo la misma persona de antaño.
Imagino que crecer en estos casos solo puede lograrse de la manera en que lo hacen las orugas, que surgen un día desde atrás de su antigua piel, en un estado nuevo, diferente, con alas para volar y encontrar su destino.
Parece que pocos están dispuestos a crecer, o quizá soy muy impaciente con la gente.
Siendo yo una persona mayormente tímida, no debiera expresar toda esta queja personal acerca de lo difícil que resulta conocer gente si no estoy haciendo una apología de mi propio comportamiento.
Yo suelo ocultarme detrás de una máscara de silencio. Soy la persona que escucha atentamente antes de emitir su opinión, aunque a veces la opinión esté formada con antelación en base a mi intuición.
Reconozco mi error y trato de superarme. Que lo logre con frecuencia, es algo diferente. Aún conservo parte de mi crisálida.
Me molesta más ese otro tipo de máscara, el que representa una persona diferente a la del interior.
El caso de las gruesas y altas murallas es distinto. Uno nunca sabe si vale la pena escalar el muro o excavar un túnel, por que desconoce por completo lo que ocultan las gruesas paredes. No sabemos si dentro espera una princesa que deba ser rescatada, o un aquelarre de brujas con su caldero hirviente, esperando por nosotros, su próximo ingrediente.
Nos leemos :)