Y sí, si menciono el humo, y pido completar la frase, estoy seguro que gran mayoría de las personas lo harán usando la palabra tabaco o un sinónimo. Me incluyo en esa mayoría.
Esto es así por que vivimos en éstas fechas y en éste lugar. Si viviésemos en Europa precolombina, el humo haría referencia mayormente al fuego de los hogares. Y esta respuesta se extendería a los demás continentes con la excepción del americano, y a todas las culturas, aún a culturas milenarias como las culturas chinas e indias.
Pero siempre existieron humos diferentes.
La fascinación por el fuego desde que el hombre aprende a dominarlo parcialmente, hace que su espíritu se regocije junto al calor necesario por ese cuerpo tan vulnerable al frío, con todos los detalles de la combustión. Desde el resplandor rojizo o amarillento, compartido con los demás seres queridos, el sonido de sus chasquidos y crepitares, hasta el aroma y el humo que sube y se pierde en el aire acompañado de nuestra alma viajera.
Este comportamiento lleva milenios junto al ser humano.
El humano llega a ser superior a otros seres de la naturaleza, también por ésta capacidad de manejar bastante bien el fuego.
Y nacen entonces los expertos en fuego, y de entre ellos los Chamanes, que buscan significados ocultos entre las volutas del humo y las cenizas retorcidas. La gran diferencia con el fuego necesario, el que sirve para calentarnos o para usos prácticos, es la posibilidad de quemar casi cualquier cosa que esté a nuestro alcance, y cambie el significado del hogar en fuego ceremonial, con objetivos menos terrenales.
Como casi todo se puede quemar, incluidos los seres vivos, sería muy extenso mencionar hasta dónde se llegó en estos artes del fuego y poco el aporte, por que todos tenemos bastante conocimiento al respecto.
Entonces en el mejor de los casos, el Chamán quema sustancias que llenan el aire con aromas y humos diferentes a los habituales con la finalidad de facilitar un trance o una comunicación entre el mundo terrenal y el mundo de la magia o el mundo de las almas, buscando sacar la mente del habitual razonamiento para pasar a un estado de percepción mas elevado.
Y me surge una pregunta compleja: ¿Cuándo pasa el uso del humo a tomar formato "lúdico"?
La respuesta que encuentro no deja de ser compleja. Si hacemos el paralelismo con el surgimiento de las computadoras, como una poderosa herramienta con costos elevadísimos por unidad, ¿A quién se le ocurre jugar con ella? Solo el experto puede jugar, así como solo al Chamán se le ocurrirá jugar con el fuego y el humo de sustancias que solo él consigue.
Ya tenemos a los culpables originales, jejeje.
En esas lejanas épocas donde jugar con el humo comenzó a popularizarse, la gente solía vivir treinta o cuarenta años de promedio y en el mejor de los casos quizá medio siglo. Habían mil y una manera de morir, casi todas ellas vinculadas a malos cuidados de la salud y a procesos infecciosos.
Pero hoy pretendemos vivir mucho mas que eso.
Con esa pretensión de vivir mas de cincuenta años, empieza a notarse la diferencia entre las formas de vivir de los individuos. Aquel que vive en el campo y respira aire puro, tiene sus pulmones en excelente estado a la misma edad que el deterioro llega a sentirse en los que respiran aire contaminado y además fuman. Por si fuese poco, el tabaco además de contener un veneno muy conocido en proporciones bastante altas, tiene la capacidad de generar adicción a su consumo.
Siempre estuve rodeado de fumadores.
Mi padre siempre fumó y siempre cargó con el sentimiento de culpa de no poder dejar el vicio. Su padre, mi abuelo, también fumaba, pero ya de otra generación, en que la inconsciencia no le dejaba ver el inconveniente de fumar.
Ahora mi esposa fuma. No quiere dejar por que está enferma y según dice es su única "diversión". Eso claro, si yo me divirtiese viéndola toser lapsos de veinte o treinta minutos sin detenerse, sería diversión para mi también... O si no se quemase ella misma por su falta de coordinación con las manos... Ni que decir que le han dicho que el efecto de los medicamentos que toma es menor si fuma, pero el vicio es el vicio.
Así que siempre durante mi vida he encendido cigarrillos pero nunca para mi. Se que podría fumar pero no quiero hacerlo. Y me siento afortunado de que mi hija haya dejado el vicio por conciencia propia. Medio punto a favor, por que mi hijo fuma.
Últimamente me he dedicado a observar fotografías de gente fumando. La llamada sensualidad del cigarrillo. Me puse a pensar en la diferencia que tendría la fotografía si en lugar de un cigarrillo el o la modelo sujetase una flor, una pluma u otro objeto pequeño y significativo dentro de la escena, y encuentro que al menos en las fotos, salvo por el humo, siempre es reemplazable el cigarrillo y quizá hasta con ventajas.
Así que solo queda como último valuarte, el consumo social, el invitar a alguien o ser invitado, el acercarse a alguien que de otro modo sería mas difícil de abordar.
Yo prefiero invitar con un chocolate. Al menos los que no sean diabéticos, quedarán agradecidos.
¿Cómo sacaremos de nuestra herencia milenaria el hechizo encantador del humo y las brasas del fuego?
Parece al menos que la conciencia no siempre es suficiente para tal finalidad.
Las personas prefieren engañarse a si mismas, y condenarse a una vida peor e indigna, cuando la vejez deje sentir sus efectos sobre el organismo. Un organismo deteriorado es una vejez mas complicada.
Miles de estrellas esta noche,
No se pueden ni contar,
Las más bellas quizá,
Mas las otras titilan,
Apenas se ven y ya se van.
Junto a la luz del fogón,
Las chispas suben con el humo,
Se esconden entre las estrellas,
Y el humo perverso tapa a las pequeñas,
Con su manto gris, sin dejar señas.
Ya después de la cena,
Arma su cigarro el compañero,
Lo fuma con placer sincero,
Juega con el humo de su boca,
Mientras cuenta muy quedo sus historias.
De no ser por su tos seca,
Todo sería perfecto.
Pero la tos es culpa del sereno,
Nunca será la culpa,
Del fiel cigarro compañero.
Nos leemos :)
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